Esto no es poesía

No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo.

- Oscar Wilde -

lunes, octubre 31, 2005

Últimas semanas de clases

El lunes se esfuerza en aplastar mis ánimos clavando en mi espalda media el dolor de ocho horas de escritorio en la clásica mala postura que nunca pudieron quitarme desde el colegio, desde la escuela, desde la profesora de básico que amorosa me decía “sentate bien, ¿Qué es eso de echarse en el pupitre?”, casi la puedo escuchar todavía, ¿Qué habrá sido de ella?, la profesora Glorys Velasco de Sánchez, cargó conmigo todo básico y les aseguro que soportarme no fue nada fácil, de eso ya hace un buen montón de años, veinte para ser exacto, veinte años de las últimas semanas de clases con ella, la segunda madre de cuatro horas al día, cinco días a la semana, doscientos días al año, durante cinco años, mil días que hoy recuerdo y a través de este diario agradezco, tarde, pero muy sinceramente.
Si alguien la conoce, por favor, regálele un enorme abrazo de mi parte.

viernes, octubre 28, 2005

Paro Manual Indefinido

Hoy los dedos se me anudaron y quedaron en silencio, se oponen a escribir, mis manos se declararon en huelga de dedos cruzados mirando desde lejos al teclado, como con asco.
No importa, es viernes y mañana duermo hasta tarde, seguro que con eso mis dedos levantan su paro para deslizarse suavemente por tu piel, ahí sí escribirán los mejores versos sin que yo se los pida.

jueves, octubre 27, 2005

Gajes del oficio III

Viviana estaba feliz, llevaba ocho años viviendo con Humberto y tenía ya dos hijos, uno de siete y el otro de cinco años, y al fin él se decidió a casarse, “Nos vamos a casar por todo Vivita, tengo unos pesos para la fiesta, invitemos a todo el mundo”
Ella tenía un poco menos de treinta años, conoció a Humberto hace más de diez, cuando ella vendía café caliente, tamales, cuñapés y otras masitas por las tardes en un canasto que llevaba por las calles acompañando a su madre, entonces tenía diecisiete años, una sonrisa bonita, mirada huidiza, y estaba lista para ir a la cama con el primero que le lance un piropo agradable.
Por su parte Humberto tenía cerca de cuarenta años, no era muy alto, su vientre abultado hacía sonreír a las camisas entre botón y botón mostrando la piel clara y la vellosidad oscura alrededor de su ombligo, pero era un hombre apacible, siempre sonreía al saludar y al despedirse, su voz era suave y su risa sonora, contaba los mejores chistes y le gustaba poner apodos.
Trabajaba como mecánico en un taller de motos, aprendió el oficio como la mayoría, empezando como ayudante en el taller de su tío a sus quince años, a sus veintisiete abrió uno a medias con un amigo, pero esta sociedad no duró mucho, poco tiempo después su amigo emigró a España y le vendió su parte, desde entonces se sentía como todo un empresario, era dueño de su propio taller.
La noche antes del matrimonio sus ayudantes decidieron hacerle una pequeña despedida de soltero “acá al lado del taller no más, barato es el trago y a veces vienen chicas”, le pareció buena idea y fueron, lo malo es que a la primer chica que vio cuando estaba orinando bajo el poste de luz fuera de la cantina le hizo el trato, sin saber que lo esperaban unas tijeras afiladas para clavarse en su espalda y acabar con su vida.

miércoles, octubre 26, 2005

Recuerdos

Mike Oldfield musicaliza mi escritorio con sus Tubular Bells mientras yo hurgo en mi memoria tratando de encontrar esos recuerdos de nuestras primeras citas, como un niño que busca las chispas de chocolate de un helado despreciando todo lo demás.
Y mirá lo que me encuentro, este recuerdito de acá todo ajado el pobre por lo mal guardado que estaba, ¿Lo ves?, es el olor del milk shake que derramé en mi auto la primera vez que salimos, claro, con lo nervioso que estaba…
Acá hay otro, tiene algunas manchas, creo que de café, parece una postal, es una imagen tuya en ese hotel de Buenos Aires hace un par de años, estás echada en la cama mientras me saco la ropa, tu sonrisa es la parte más clara de este recuerdo.
Este, ¿Este dónde es?, no estoy seguro, pero si te fijás bien, huele a jazmines ¿Será del viaje a Cochabamba?, la calle del hotel olía así.
¡Ajá! Lo encontré, acá está el que buscaba, mirá bien, éste es, ¿No te acordás?, a ver, pensá un poco, ¿Ves el contraste?... ¿Nada?... Bueno, te voy a decir qué es, es la luz de la luna que nos espiaba sonriente a través de la ventana la primera vez que hicimos el amor.

martes, octubre 25, 2005

Gajes del oficio II

Don Julián había nacido en el occidente del país, donde el frío seco del altiplano acariciaba sus mejillas morenas y el sol tostaba su piel sin darle calor. Dejó la escuela a los doce años para empezar a trabajar en la mina porque era el mayor de cuatro hermanos y su padre acababa de morir a los cuarenta y siete por el mal de la mina, la silicosis.
Cuando ya había aprendido todo del oficio de su padre un Decreto Supremo lo arrancó de su pueblo pequeño con la excusa de salvar al pueblo grande, “El País se nos muere” fue la excusa del Señor Presidente, y el hambre de varios millones de bolivianos lo justificaba. El gobierno le dio algo de dinero para su traslado, sólo que nadie le dijo a dónde ir, ni qué hacer para sobrevivir.
Errático, con un castellano a medias y escasa educación escolar viajó hacia el Oriente, allá, le decían, vas a encontrar trabajo y vas a poder vivir bien no más.
Consiguió trabajo de taxista, una miserable renta diaria apenas le alcanzaba para dar de comer a su mujer, Verónica, y sus dos hijos, Juan y Nelson, así y todo se sentía feliz, aunque prefería trabajar de noche para evitar el calor del verano cruceño.
Esa noche no notó nada raro en ese pasajero, subió en el primer anillo, cerca del estadio, le pidió que lo lleve por la carretera al norte, hacia el quinto anillo, pero una vez arrancó sintió algo duro en la cabeza y un “¡Dame la plata carajo!”, ni siquiera habían avanzado dos cuadras, se detuvo, le alcanzó los pocos pesos que tenía con las manos temblorosas “¿Nada más tenés mierda?...¡Bajate, bajate carajo!”, era demasiado poco para salvar su vida, ahora una turba de niños de la calle revienta a patadas su cuerpo desde hace rato inerte, por el simple hecho de que su último cliente le vació los bolsillos y a cambio le regaló una bala en la cabeza.

viernes, octubre 21, 2005

Gajes del oficio

Del techo colgaba una miserable lámpara incandescente, su luz amarillenta desnudaba la pobreza del cuartucho que olía a alcohol barato, en este no había más que una cama desarreglada con sábanas sucias y una cabecera todavía húmeda de sudor, al lado una mesita de noche desvencijada casi oculta bajo un monte de ropa sucia y un par de periódicos viejos, más allá un ropero de madera que era alimento de termitas desde hacía demasiado tiempo, dentro del ropero había poca ropa, algunas frazadas y un buen montón de pinturas de uñas, lápices de labios y accesorios de maquillaje, y como un gran tesoro pegada en el espejo del ropero se veía un foto de ella tomada cuando era niña, sonriente.
Había conocido a su último cliente unos minutos antes, cuando le reclamaba por orinar bajo el poste de luz que justo estaba en la puerta de su cuartucho, los ebrios que salían de la cantina al lado siempre hacían eso convirtiendo al lugar en un hediondo baño público, él la miró y adivinando su oficio le preguntó cuánto cobraba, aceptó la tarifa, pagó por adelantado y entraron.
Su ralo bigote de dos días le raspaba el cuello, su jadear con aliento a vómito y cerveza la mareaba, el peso de su cuerpo grande y gordo le impedía moverse y respirar, pero ya estaba acostumbrada, sus treinta y tantos años de mujer que incluían casi veinte en el oficio le enseñaron a soportar esas pequeñas molestias.
Su primera vez fue con el carnicero, en su casa no tenían qué comer aquél día, acababa de cumplir catorce años y su padrastro abusaba de ella desde que tenía once, así que no le molestó mucho la idea, un poco de carne por abrir las piernas, hasta sonaba lógico, sólo que el carnicero no olía a borracho como su padrastro, ni le pegó ni la insultó, más bien le invitó un poco de comida y la dejó bañarse todo el tiempo que quiso con la sola condición de dejarlo mirarla, de ahí en adelante lo visitó más seguido, hasta que quedó embarazada, pero no estaba segura para quién, pues cada vez que llegaba a la casa con un poco de carne después de “trabajar en la carnicería” (sí mamá, le lavo la ropa a don Antonio, y también limpio un poquito su cuarto) él, Marcelo, la estaba esperando para poner entre sus delgadas piernas su asquerosa virilidad ebria y pestilente.
Cuando escapó de su casa tenía quince, una barriga creciente y los castigos físicos de Marcelo empeoraban, además Antonio se enteró del embarazo y no quiso verla más, la última vez que lo vio él le dio algo de dinero, y una dirección, una señora mayor que le haría el “trabajito” por unos pocos pesos.
Luego de un par de días de fiebre después del aborto, doña Meche (así le decían) le dijo que el dinero que le había dado no alcanzaba y que tenía que trabajar para pagarle los cuidados y las medicinas, esa misma noche salió a la calle.
Desde entonces habían pasado por su entrepierna todos los borrachos del pueblo, todos iguales, todos apestosos, ninguno como Antonio. Pero esta noche no fue igual, algo pasó con este último cliente, algo inesperado, de alguna manera las tijeras terminaron incrustadas bajo su omóplato izquierdo y, tendido en el piso frío a un lado de la cama se desangraba bajo la luz amarillenta de la miserable lámpara incandescente mientras ella sentada desnuda en un rincón sentía que al fin podía respirar.

jueves, octubre 20, 2005

Esto no es poesía

Pobre intento
De Poesía
Son estos versos

Cuyas palabras
Se sonrojan
Al nombrarte

Poemas son los besos
Que te robo
Mientras dormís

Esto,
Esto no es
Poesía

miércoles, octubre 19, 2005

Ciudad de pobres corazones

Piazzola desparrama su Tango Apasionado invitando a mi mente a salirse una vez más del mundo racional…

Oscuro el cielo nocturno bajo mis pies se humedece con el llanto de pasiones rotas, mientras sobrevuelo la ciudad que nos cobija enfrentándose a sí misma, mordiéndose los codos y alimentándose con estiércol.
Las calles iluminadas, algunas, me muestran como a pequeños bichos en un experimento de biología a esos pequeños seres que de día hasta parecen humanos, ahí mismo hay uno, orinando bajo un poste de luz mientras conversa con esa mujer cuyo capital de trabajo está apretado por un vestido cortísimo y negro, ahora entran a un cuartucho y no quiero ver más.
Allá tras esa esquina, en la parte más escondida hay un tipo tendido, mirá, de su frente cae sangre ensuciando todavía más la vereda, mirá esos chicos que ahora están hurgando sus bolsillos mientras en los suyos propios sólo hay una bolsita con un frasquito de pegamento, pero ya es tarde, sólo van a encontrar un encendedor y unas llaves, lo demás se lo llevó el que le robó el taxi hace media hora, no, no necesitan patearlo, ya no se va a levantar más de todos modos.

Acaba la canción, despierto y me doy cuenta de que no existe nada más irracional que la realidad, mejor pongo algo de Fito (bla bla bla bla blaaa bla blaa, llueve sobre mojado…)

martes, octubre 18, 2005

04:00 AM

Este es ese silencio de siempre, ese silencio característico de las cuatro de la mañana, cuando está por terminar la noche y nacer el día, cuando el insomnio inca sus uñas sucias bajo mis párpados pesados, apenas un poco antes de la madrugada, como casi cada noche desde que recuerdo.
La luz del reloj digital parpadea silenciosa como burlándose de mi imposibilidad de conciliar el sueño, lero-lero, me dice, son las cuatro y estás otra vez despierto, sigue, los minutos se esfuerzan en detenerse incrementando mi tormento, no hay horas más largas que las de la madrugada cuando todo duerme a tu alrededor y vos no.
Ni modo, tendré que esperar la apertura de tus ojos, entonces podré comentarte que a mis manos se les hacen agua los dedos por tocarte.

lunes, octubre 17, 2005

Al final de la tarde

Al final de la tarde Enya ablanda mi gesto cantando China Roses mientras me desconcentro del trabajo para volver a tus brazos y así protegerme de los ceños fruncidos, los datos urgentes para antesdeayer, las reuniones importantes y somníferas, las risas frías y obligadas, las miradas sesgas, la oficina, la oficina, la oficina, el ofi-cinismo, vos me esperás con una sonrisa y un beso para salvarme una vez más de mi mismo.

viernes, octubre 14, 2005

Suficiente

Las ideas recurrentes giran alrededor de mi cabeza como una bandada de buitres a punto de arrojarse sobre la carroña recién descubierta, pero no dejaré que lleguen a su presa, defenderé a ultranza esta hermosa página en blanco de los lugares comunes y no escribiré en ella ninguna ofensa al lenguaje, simplemente dejaré estas líneas como constancia de mi lucha contra las imágenes recicladas que tienen olor a carne en descomposición, aún sintiendo con asco que hasta esto ya fue escrito antes por alguien más.
¡Bah! No todos los días puede uno escribir cosas bonitas, total, vos sabés que te amo y eso es suficiente por hoy.

jueves, octubre 13, 2005

Verde

Las ruedas van levantando un polvo finísimo a su paso cubriendo las plantas al lado del camino y dándoles la apariencia de estatuas de tierra, el sol poniente en frente mío muere rojizo con la caída de la tarde mientras el volante vibra bajo mis manos, mi única compañía es Pappo que me canta desde su Auto Rojo “Tengo un pequeño auto rojo/que me lleva donde voy…”, su voz áspera como una lija raspa mis oídos mientras su guitarra inconfundible me grita pentatónicas de fuego.
Ya llevo horas manejando y sigo en medio de la nada, en medio de la sabana verde que es el Este de Santa Cruz, ese verde absoluto de belleza abrumadora que quita la respiración, la borrachera verde, verde que te quiero verde.
Atrás quedaron pueblos centenarios y pequeños caseríos que la gente insiste en llamar pueblos, atrás quedaron semanas de turno en medio monte y atrás quedó un pasado insignificante que va a ser placenteramente barrido por tus sonrisas, tus sonrisas quedan adelante, hacia el poniente, allá donde se está poniendo el sol, el sol casi dormido que se alegra de verme recorrer cientos de kilómetros hacia vos, hacia tu piel, donde mueren las absurdas ilusiones, las ilusiones muertas que con sus cadáveres retorcidos alimentan el verde que me rodea mientras viajo hacia vos.
En mi regreso a tus brazos todos los caminos son cortos.

miércoles, octubre 12, 2005

Pequeña fábula del sol y la luna

He visto al sol caer tantas veces mientras corre tras la luna que ya me acostumbré a ver sus rodillas sangrando, vos también lo has visto ¿O por qué creés que el ocaso es rojizo?, esas son las rodillas del sol raspadas por las asperezas del cielo, las nubes son para él guijarros y piedras.
La luna por su parte lo ignora, con sus cicatrices de acné no se siente atractiva, por eso no le importan ni el sol ni sus rodillas, ella te persigue a vos porque sólo le importa observarte deseando ser tu hija para heredar tu mirada.

lunes, octubre 10, 2005

Deliralgial 500mg

Un dolor de cabeza que logra modificar la forma en que percibo imágenes, sonidos y colores se abre paso entre las horas monótonas de esta tarde de domingo poniendo un mal gesto en mi cara y frunciendo mi ceño, el goteo de la ducha que nunca pude solucionar pareciera caer directamente sobre mi sien izquierda esparciendo en su eco las olas de la migraña dominical omnipresente.
Adormecido y embotado casi adivino tus formas en mis sueños, acostada junto a mí con un libro de Gabriel García Márquez en las manos, lejana a mi martirio personal encerrada en los “Ojos de Perro Azul”, el dolor se amplifica mientras duermo.
Un rato después logro despertarme, bendito heladero bullicioso, un par de calmantes para poder entender lo que me decís, por el momento sólo escucho el goteo de la ducha resonando en mi cabeza y camino hacia el refrigerador de memoria porque tampoco puedo ver nada, sólo luces azules y verdes moviéndose rítmicamente como si fueran manchas líquidas en mis retinas que caen a cada paso que doy.
Al fin el dolor cede, ya casi soy yo, sólo unos minutos más y entonces podré estar seguro de que estás a mi lado y que todo esto no fue un simple delirio migrañoso.

viernes, octubre 07, 2005

Infantil

¿Sabés?
Hoy no me siento ni triste ni feliz, hoy siento que tengo cinco años y mi mamá me toma de la mano mientras volvemos a la casa caminando, el camino es de tierra y tiene desniveles, a los costados hay pequeños charcos y me divierto pateando piedritas hacia ellos.
Mi mamá me dice que deje de patear las piedritas, voy a arruinar mis zapatos nuevos, yo sonrío, desde la altura de mis cinco años ella se ve alta, delgada y bella, ¿Cómo no voy a obedecer?
Puedo ver un perro en la casa de la izquierda, está viejo y sólo ladra con flojera, está amarrado a un árbol lleno de flores amarillas, las flores atraen insectos y los insectos atraen pajaritos, los pajaritos cantan y yo no siento dolor de espalda.
En mis cinco años todo es muy bonito, pero vos no estás, prefiero el presente, total, el dolor de espalda se pasa con tus besos.

jueves, octubre 06, 2005

Estela

¿A quién se le ocurre escuchar jazz?
Con tanto trabajo que tengo y este mi vecino pone algo de Dizzie Gillespie, acordes tan disonantes que evocan en mi mente mis días de universitario cuando nada era armónico, había días en que tenía clases desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche, y otros muy distintos en los que mi único oficio era rasgar las cuerdas de mi guitarra, mi guitarra, Estela, ella me acompañó en momentos difíciles, me enseñó a perderme en mis pensamientos, hoy está guardada en el armario del cuarto de atrás, en su funda, y mis dedos aprendieron a tocar otras cuerdas, soy tan desagradecido que no la busco porque no la necesito, pero no la necesito porque ahora estás vos, que sos la mejor cuerda que han pulsado mis labios.
Estela sabrá comprenderme.

miércoles, octubre 05, 2005

Innecesario

¿Por qué decís que me amás?
¿Por qué insistís en repetirlo?

Ya no necesitamos palabras
que todo el mundo ha dicho

Mejor lo dijo anoche
uno de tus suspiros

martes, octubre 04, 2005

Sin valor

Hoy me siento sucio, la página en blanco es fiel reflejo de las ideas que tengo este día, ando escaso de verbos y con exceso de adjetivos, estoy inundado de simplezas y lugares comunes que no merecen estar aquí, no merecen llegar a tus ojos ni salir de tus labios cuando leás esto en voz baja y con una sonrisa de satisfacción que es la envidia de tus amigas, no merecen llevar tu nombre como bandera, vos sos nube que no debe ser tocada por el polvo que levantan mis pies al arrastrarse por el camino tratando de alcanzarte.
Además mis dedos se niegan a escribir, y es que tienen razón, no se puede regalar brillo a las estrellas ni colores al arco iris, no se puede dedicar flores a un jardín ni canciones a la música, ¿Cómo entonces te voy a dar mis simples versos a vos, que sos poesía?
Hoy me siento sucio, me siento poco, insuficiente, hoy no doy la talla, mejor me refugio en tus brazos, sé que a pesar de mí, de tus labios me lloverán besos.

sábado, octubre 01, 2005

Mis manos

Las manos de la protesta, Guayasamín.

Sos
el único reposo
para mis manos