Esto no es poesía

No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo.

- Oscar Wilde -

martes, septiembre 27, 2005

Campo adentro

La quietud de la tarde hacía juego con sus pensamientos, o más bien, le daba la tranquilidad y silencio necesarios para dejar a su mente vagar por rincones nuevos, una serranía pequeña y cercana limitaba el paisaje frente a él hacia el Este y al Sur, a su espalda un enorme árbol hacía de hogar de varias familias de pájaros, pero incluso ellos callaban a esa hora, el silencio era tan profundo que casi se podía escuchar los botones de rosa abriéndose.
En el dormitorio, sobre la cama, su mujer recostada gemía levemente, un par de gotas de sudor frío caían de su frente morena y se perdían entre sus cejas ralas, sus ojos cerrados bajo un ceño fruncido completaban un indudable cuadro de dolor, su vientre hinchado remataba la escena, estaba a punto de dar a luz.
Un rumor a lo lejos lo puso alerta, aguzó los oídos para escuchar mejor, se levantó, silencio total, al parecer fue sólo su imaginación
Don Segundino llevaba en su destartalado camión las verduras y huevos de su chaco a una señora que los vendía en el mercado del pueblo todos los sábados, y también llevaba y traía gente, los conocidos viajaban gratis, los desconocidos eran turistas y había que cobrarles.
Se sentó un poco más atrás, a la sombra del árbol, y de pronto el rumor volvió, esta vez los pajaritos se pusieron alerta, ahora sí estaba seguro de que era el camión, ya llegaría la partera para ayudar a su mujer.

- Calmate mamita, ya viene doña Celeste, ella te va a curar.

El rumor se convirtió en rugido, el perro que no había movido un pelo hasta entonces se levantó de un salto y ladró un par de veces antes de mirar a su amo y menear la cola, ambos miraban hacia el sur, desde donde venía ese sonido inconfundible de motor viejo y sin mantenimiento.
Esperaba su primer hijo, tenía apenas diecisiete años y se robó a su mujer hacía uno, para la fiesta de la virgen en el pueblo, él carecía padres, un tío le dio techo y comida hasta que se murió de viejo y le heredó su chaco además de su único nombre conocido: Chico, no tenía apellidos. Ella se crió con su madre y sus siete hermanos, cada uno de ellos tenía un padre distinto, nadie la extrañó cuando no llegó a dormir una noche, esa noche de la fiesta de la virgen.
El camión en el que tenía que llegar la partera tardó más de lo esperado, pero ya podía ver la columna de polvo que se levantaba a su paso, ya llegaba, ya estaba a tiro de piedra, ya, pero… pero no desaceleraba, parecía que no iba a parar, Chico corrió delante del camión para que parara, un freno seco levantó más polvo y el estrépito con que se desacomodó la carga ocultó los insultos don Segundino.

- Don Segundino, la estoy esperando a doña Celeste ¿no ha venido con usted?
- No Chico, la Celeste se ha muerto anoche, ¿no te enteraste?. Ahora voy al pueblo a traerlo al cura.
- Mi mujer está por parir, ya está adolorida y…

En ese preciso instante los interrumpió un grito de mujer desde la choza seguido por uno más agudo, más inocente, más... Chico ya era padre, el camión podía seguir su camino.

4 Comments:

At 7:43 p. m., septiembre 27, 2005, Anonymous Anónimo dijo...

y por ahi se comenta que no es poesia, sino musica leida...

 
At 11:25 p. m., septiembre 27, 2005, Blogger F.A.S.C dijo...

¿Qué es poesía?...

Tu relato es vivo. Me gusta.

 
At 8:36 a. m., septiembre 28, 2005, Blogger jorge angel dijo...

Hermany, gracias por tu visita.

Saludos.

 
At 8:37 a. m., septiembre 28, 2005, Blogger jorge angel dijo...

Felipe, poesía es estirar mi brazo en la oscuridad de la noche y encontrarla a mi lado, en la cama.
Gracias por tu comentario.

Saludos.

 

Publicar un comentario

<< Home